sábado, 8 de abril de 2023

Los Vecinos Sensibles de Palermo. Reseña histórica.

Entre el 30 y el 31 de mayo de 1985 cayeron más de 300 milímetros de agua sobre la Ciudad de Buenos Aires, en la que se llamó 'la lluvia del siglo'. Gran parte del conurbano bonaerense sufrió también las consecuencias. Hubo que lamentar al menos 17 personas fallecidas y decenas de miles de evacuados. Las pérdidas materiales fueron incalculables. 

En ese contexto, en una esquina de Palermo, en Paraguay y la Avenida Coronel Díaz, un grupo de vecinas y vecinos empezaron a reunirse para juntar donaciones. Rápidamente, el volumen de ropa, camas y todo tipo de elementos útiles, creció tanto como el agua que había anegado las calles. Al comienzo se utilizaban chatas o autos, pero era tanta la cantidad, que empezó a acumularse en el garage de un edificio cercano, para luego conseguir camiones que llevaran las donaciones a donde hiciera falta. 

Los municipios, iglesias u organizaciones que recibían el apoyo querían enviar una nota de agradecimiento... así surgió la necesidad de ponerle nombre al grupo y en una noche otoñal, en plena calle, una asamblea decidió que serían Los Vecinos Sensibles de Palermo. 

La campaña duró varias semanas con un gran impacto, el suficiente para demostrar la capacidad de organización y el potencial de la comunidad. 

A partir de allí comenzó un camino que, en cierto sentido, recorrió una ventana temporal de diez años; sin embargo, a 38 años de aquel hito fundacional, como toda experiencia social, es una senda abierta hacia horizontes insospechados. 

Esa década se inició en pleno despertar democrático, atravesó alguna de las crisis económicas y sociales más profundas de la historia del país, y terminó en un contexto en algún sentido opuesto al de los orígenes. En ese lapso de tiempo, se multiplicaron una enorme cantidad de actividades que a continuación se reseñan, y que serán motivo de otros artículos: 

Quienes habitaron la Ciudad de Buenos Aires en aquellos años, mantienen un vago recuerdo (o no tan vago) de aquella experiencia de trabajo comunitario en un barrio que hoy tiene más de 300.000 habitantes por kilómetro cuadrado. En aquel entonces, se apelaba a una simpática muletilla: barrio es la trayectoria que recorre un chisme, el que no se enteró es de otro barrio

Durante esos diez años se demostró que se pueden construir lazos comunitarios aún en las grandes ciudades, recuperar la escala humana en urbes que están ya en otra dimensión. La ciudad que queríamos, participativa, democrática, solidaria, se construía desde el propio protagonismo; la utopía permanece intacta y aquí hay, apenas, un pedacito del legado sensible que supimos alimentar.  

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